¿Qué significa seguir a Cristo? | DISCÍPULOS
Actualizado: 13 abr 2020

En el capítulo 14 de Mateo, versículos 28-29 se registran en los evangelios uno de los acontecimientos más sobrenaturales durante el tiempo que Jesús estuvo en la tierra, que fue cuando caminó sobre el agua. Pedro al ver a Jesús caminando por el agua le dijo lo siguiente: “Señor, si realmente eres tú, ordéname que vaya hacia ti caminando sobre el agua.—Sí, ven —dijo Jesús. Entonces Pedro se bajó por el costado de la barca y caminó sobre el agua hacia Jesús.”
¿Quién no ha escuchado esta historia? Posiblemente nosotros mismos hayamos compartido o enseñado algo referente a esta historia o hayamos escuchado alguna predicación al respecto, pero casi siempre nos enfocamos en el error cometido por Pedro, cuando la duda lo asalta y entonces comienza a hundirse y Jesús le dice: Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste? Hay una enseñanza tremenda ahí, pero hoy quiero que veamos esta historia desde otra perspectiva.
Muchas veces tomamos decisiones en la vida en base a cómo nos sentimos, o en base a nuestras opiniones personales. Si estoy lleno de entusiasmo me lanzo al agua, si no lo estoy, posiblemente no lo haga. Todo depende de lo que sienta en ese momento. Así vamos por la vida recalculando la ruta de nuestro GPS en base a nuestras emociones, a lo que dicta nuestro corazón.
A veces hasta sonamos muy espirituales cuando levantamos la voz en oración a Dios pidiendo que nos hable, nos de sabiduría y nos bendiga en nuestro emprendimiento o decisión, a pesar de que ya interiormente hemos tomado la decisión de realizarlo pase lo que pase. Dios no es ignorante de lo que sucede en nuestro interior y que realmente no estamos interesados en saber lo que Él piensa al respecto. Por lo tanto, esas oraciones se convierten en espadazos al aire. Esas oraciones se las lleva el viento.
Pedro, según lo que vemos registrado en los evangelios, era una persona muy emocional, entusiasta, impulsiva. Pero en esta historia hay un detalle que llama mucho la atención. Pedro sintió en su corazón el deseo de experimentar lo mismo que estaba experimentando Jesús, era algo impresionante lo que estaba pasando, era algo sobrenatural el caminar por encima del mar, jamás habían visto los discípulos algo así. Pero, su entusiasmo no le llevó a lanzarse directamente al agua, en cambio Pedro dijo las siguientes palabras: “Señor si eres tú… manda que yo vaya a ti sobre las aguas.” Le estaba pidiendo permiso al Señor. Jesús no le dijo, déjate de tonterías Pedro, lo que me estás pidiendo no tiene fuste, quédate en la barca, sino que le dijo: Ven. De algún modo creo que Jesús se alegró o le gustó que Pedro fuera tan atrevido, tan osado.
Hay algunas enseñanzas que quiero compartir aquí. En primer lugar, Pedro procedió de manera correcta, esperó la orden del Señor. Siempre ante cualquier emprendimiento, ante cualquier decisión, ante cualquier cosa que sintamos, debemos de tener en cuenta a Dios. Tenemos que pararnos a meditar si el Señor está de acuerdo con eso o no, si el Señor autoriza ese emprendimiento o no, a pesar de que todo pinte de color de rosa y parezca una oportunidad única, quizás Dios no está detrás de eso y si nos metemos ahí nos hundiremos, pagaremos las consecuencias por no haber tenido en cuenta a Dios.
Aún cuando parezcan cosas buenas, quizá sea un proyecto para la obra de Dios, debemos consultarte al Señor si Él realmente está ahí detrás de todo eso o si va a ser un esfuerzo inútil, los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos, ni sus caminos nuestros caminos. Esto es muy importante porque nos ahorraremos muchos disgustos, daremos más fruto en aquello que hagamos y no nos desgastaremos inútilmente.
La clave para ser un verdadero discípulo de Jesús, es ni más ni menos que la obediencia. Si uno no obedece realmente no es discípulo. Por lo tanto, si no nos detenemos a escuchar la voz del maestro no podremos ser obedientes. Me viene a la mente una situación en la que Pablo junto con Silas y Timoteo quisieron predicar el evangelio en Bitinia pero el Señor no se lo permitió, esto se encuentra en Hechos 16:6-8. 6 “Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió. Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas.”
Escucha, lo que querían hacer era predicar el evangelio, ¿te parece algo malo eso? Realmente era la mejor cosa que podían hacer, la mejor decisión, la gran comisión, llevar las buenas noticias a un pueblo que seguramente aún no había sido predicado. ¿Había algo malo en ese proyecto? Nada en absoluto. Pero por razones que desconocemos, no era el momento, ni eran ellos las personas que tenían que ir allí. El Espíritu Santo se lo prohibió porque ellos estaban atentos a la voz de Dios para obedecer órdenes.
Esta debe de ser nuestra actitud siempre. Al Maestro no se le puede cuestionar, sólo se le obedece. De eso se trata nuestra vida como discípulos, somos seguidores de Cristo. Seguimos su llamado, seguimos sus órdenes, seguimos su ejemplo imitándolo. Somos esclavos del Señor y gloria a Dios por ello porque no hay cosa más bella que esta como ser humano.
En Mateo 4:18-22 dice: Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.
¿Sabéis? Dice que al instante dejaron todo y siguieron a Jesús. Cuando estos hombres escucharon la invitación de Jesús, obedecieron. Desde ese mismo momento se convirtieron en discípulos del Señor, porque estaban renunciando a toda su vida por seguir al Maestro. Estaban renunciando a su futuro, a su herencia, a su hogar, a su negocio, a su familia… Habían escogido seguir a Jesús. No es que ese día dejaran su faena, su trabajo para dar un paseo con Jesús, sino que estaban renunciando por completo a su vida y fue algo instantáneo. Dios los había escogido.
Vivimos en una sociedad que nos llena la cabeza de ideas que van en contra de la voluntad de Dios. Nos anima a satisfacer todos nuestros deseos y a vivir la vida enfocándonos en nosotros mismos, mirándonos el ombligo como si fuéramos el centro del universo. Todo gira en torno a nuestra comodidad, nuestro placer, nuestra seguridad. Y el llamado de Jesús es totalmente contrario a esto. En Mateo 16:24-25 “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.”
Por si no les quedaba claro a aquellos que querían seguir a Jesús les dice en Mateo 10:37-38 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.
No todos están dispuestos a dejar su vida por Cristo. De hecho en Juan 6:66 leemos que Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Cuando Jesús hablaba ponía las cartas sobre la mesa, Él no se andaba con chiquitas, decía las cosas claras y era tomarlo o dejarlo, no habían opciones a medias. Seguir a Jesús cuesta todo. Su salvación es gratuita, sí y no podemos alcanzarla por mucho que nos esforcemos, sólo es por medio de Él que podemos ser salvos. Pero ser un discípulo de Jesús te cuesta la vida, y puede que suene contradictorio, pero lo tremendo de todo esto es que en ese momento que decidimos seguirlo hallamos la vida, el verdadero sentido de la vida.
En una ocasión le leí las siguientes palabras a Dietrich Bonhoeffer (teólogo alemán que vivió apenas 39 años en la época del Nazismo; os recomiendo sus libros, uno en concreto que es un verdadero tesoro: El precio de la gracia) la frase de este teólogo decía: “Sólo aquellos que son obedientes, creen; y sólo los que creen son obedientes. La fe sólo es real en la obediencia”.
Primero, si no sientes un deseo de seguir y parecerte a Jesús, Dios no está obrando en ti. Y si Dios no está trabajando en ti, él no está en ti. Sabrás que él está trabajando en ti cuando él mueva tu voluntad. Una persona que es impulsada por el Señor, siempre actuará. Nosotros respondemos al llamado de Dios, sólo cuando él nos da la voluntad para hacerlo. Cuando escuchas las palabras de Jesús diciendo: “Sígueme” y surge dentro de ti el apremio a obedecerlo, entonces puedes estar seguro de que Dios está trabajando en tu vida. Cuando Jesús dijo: “Sígueme,” definió́ la fe. La fe es ir mucho más allá́ de la creencia de que Jesús es el Cristo; la prueba de la fe es seguirlo.
Volviendo al episodio en el que Pedro camina sobre el mar, quiero destacar algo más, y es la osadía de Pedro. Otra de las características de un discípulo debe de ser la osadía, la valentía. Mientras que el resto de los discípulos permanecían en la barca, Pedro fue el único que se atrevió a hacer algo sobrenatural.
De alguna manera, esta escena capta lo que es muchas veces la iglesia. La mayoría de nosotros preferimos la seguridad de la barca, mientras criticamos a los que son osados y están trabajando o a los que emprenden algo nuevo bajo el mandato de Dios. Son pocos los que prefieren la aventura de andar en las alocadas propuestas de Cristo para nosotros.
Recordemos las palabras de Dios a Josué antes de conquistar la Tierra Prometida, que leemos en Josué 1:7-9: Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.
Recuerda estas dos palabras: Obediencia y Osadía.
Autor: Josué Sánchez Conesa