Lección 13 El tercer viaje misionero de Pablo | Hechos

En la clase anterior concluimos el segundo viaje misionero de Pablo. Hoy vamos a ver su tercer y último viaje misionero, pero antes de eso quiero ver un pequeño detalle que en la clase anterior no pudimos ver y que es parte de ese segundo viaje misionero.
Hay un detalle curioso que puede llamar la atención porque nos puede resultar extraño e incomprensible y es lo que nos dice en Hechos 18:18 (NVI): 18 Pablo permaneció en Corinto algún tiempo más. Después se despidió de los hermanos y emprendió el viaje rumbo a Siria, acompañado de Priscila y Aquila. En Cencreas, antes de embarcarse, se hizo rapar la cabeza a causa de un voto que había hecho.
En Cencrea, Pablo decide raparse el cabello en cumplimiento de un voto voluntario de consagración y gratitud al Señor. Para Pablo y los judíos convertidos al cristianismo, el cristianismo no era un rompimiento con la fe judía sino el cumplimiento de su fe, por lo tanto, había muchos rituales o tradiciones que eran expresiones correctas de gratitud al Señor, una de ellas era el voto del Nazareo, el voto del Nazareo era una manifestación de gratitud al Señor producto de un favor recibido o un favor que se desea recibir de parte de Dios. Este voto era algo exclusivo para los judíos que de forma voluntaria quisieran hacerlo o para los que el Señor determinaba concretamente. Sansón por ejemplo fue nazareo nombrado por Dios. Samuel fue nazareo por decisión de su madre antes de que naciese. Se cree que Juan el Bautista también fue nazareo.
Números 6 explica todo esto muy bien, habla de los nazareos y el voto de nazareo, es por tanto algo bíblico establecido por el Señor para los judíos, nos dice que una persona que toma un voto delante de Dios deja que sus cabellos crezcan para luego recortar esos cabellos y ofrecerlos en el altar del sacrificio como ofrenda al Señor, ese es probablemente la razón por la que Pablo en su viaje de regreso a Antioquía, baja primero a Jerusalén porque probablemente él ofreció su cabello en Jerusalén, en el templo, y luego de eso regresa a Antioquia aunque el pasaje no lo dice con exactitud.
Los que hacían el voto de nazareo tenían tres restricciones principales: 1) No debían tomar ninguna bebida embriagante; tampoco debían comer ningún producto de la vid, tanto si estaba verde como maduro o seco, ni beber nada de su jugo, independientemente de que fuese mosto, estuviese ya fermentado o fuera vinagre. 2) No debían cortarse el cabello de su cabeza. 3) No debían tocar ningún cadáver, ni siquiera el de los parientes más cercanos, como padre, madre, hermano o hermana. (Núm. 6:1-7.)
Ahora podría surgir la pregunta de si ¿tenemos que hacer nosotros votos o promesas a Dios? ¿es necesario? La verdad que no, no es necesario, y entonces ¿por qué Pablo lo hizo? Para Pablo era algo muy ligado a su cultura y tradición y decidió hacerlo así de manera voluntaria, en ningún momento vemos que el Señor se lo demande. De hecho el Señor nos enseña en su Palabra a que no hagamos promesas con ligereza ni a Él ni a nadie, porque quizá luego no podamos cumplir con aquello que hayamos prometido. Jesucristo manda que nuestra palabra sea suficiente sin hacer votos. Cuando decimos "Sí" o "No", que vuestro sí sea sí y vuestro no sea no, eso es exactamente lo que deberíamos querer decir. La adición de votos o juramentos a nuestras palabras nos abre a la influencia de Satanás cuyo deseo es atraparnos y comprometer nuestro testimonio cristiano.
Si hemos hecho un voto imprudentemente y nos damos cuenta de que no podemos o no debemos cumplirlo, debemos confesarlo a Dios, sabiendo que Él es "fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad" (1ª Juan 1:9) Un voto no cumplido, aunque serio, no es imperdonable si se lo lleva al Señor en verdadera confesión. Dios no nos obligará a cumplir votos hechos imprudentemente, pero espera que obedezcamos a Jesucristo y nos abstengamos de hacer votos en el futuro. Él solamente espera que nuestro compromiso de seguirle y servirle persevere hasta el final, y así será con la ayuda de Dios.
Ahora sí, comencemos con el tercer viaje misionero.
Vayamos a Hechos 18:19-23 (NVI):
19 Al llegar a Éfeso, Pablo se separó de sus acompañantes y entró en la sinagoga, donde se puso a discutir con los judíos. 20 Estos le pidieron que se quedara más tiempo con ellos. Él no accedió, 21 pero al despedirse les prometió: «Ya volveré, si Dios quiere». Y zarpó de Éfeso. 22 Cuando desembarcó en Cesarea, subió a Jerusalén a saludar a la iglesia y luego bajó a Antioquía. 23 Después de pasar algún tiempo allí, Pablo se fue a visitar una por una las congregaciones de Galacia y Frigia, animando a todos los discípulos.

Este tercer viaje misionero comienza realmente siendo un viaje de visitación por las iglesias establecidas en los anteriores viajes, no fue un viaje a priori evangelístico, sino para edificar a las iglesias y fortalecerlas. No se nos dice nada de que Pablo iba en equipo, pero sí que iba acompañado, siempre fue acompañado.
En este momento a partir del verso 24 hasta el capítulo 19:7, nosotros nos encontramos con un suceso particular, un acontecimiento importante que es necesario entender. Para este momento habían pasado alrededor de 25 años después de Pentecostés. ¿Con qué nos encontramos?, con dos historias relacionadas, la historia de Apolos que aparecen en este momento, y la historia de 12 discípulos desconocidos que no reconocemos sus nombres pero que, sin embargo, aparecen en la historia de manera particular encontrándose con el apóstol Pablo.
En ambos casos nosotros nos encontramos con una relación común entre ambos, ambos habían llegado como discípulos de Juan el Bautista, ese apunte es importante, entonces probablemente después del ministerio de Juan el Bautista algunos de sus discípulos continuaron con la predicación de arrepentimiento de Juan el Bautista probablemente alrededor del mundo conocido, alrededor del mundo judío, alrededor de las sinagogas y muchos se habían perdido en la historia (recordemos que esa era una época no globalizada y que no disponía de la facilidad y rapidez de divulgación de información como lo es en la actualidad, por tanto, las noticias a veces ni llegaban a lugares, y cuando llegaban llegaban de boca a boca o por cartas), así que 25 años después todavía encontramos discípulos de Juan el Bautista, que aún no conocían el mensaje del Evangelio, que no conocían que Jesucristo había venido y había completado la obra, pero eso lo vamos a ver en un momento.
Primeramente nos encontramos con Apolos, dice a partir del verso 24 al 28 del capítulo 18 (NVI):
24 Por aquel entonces llegó a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría. Era un hombre ilustrado y convincente en el uso de las Escrituras. 25 Había sido instruido en el camino del Señor, y con gran fervor[c] hablaba y enseñaba con la mayor exactitud acerca de Jesús, aunque conocía solo el bautismo de Juan. 26 Comenzó a hablar valientemente en la sinagoga. Al oírlo Priscila y Aquila, lo tomaron a su cargo y le explicaron con mayor precisión el camino de Dios. 27 Como Apolos quería pasar a Acaya, los hermanos lo animaron y les escribieron a los discípulos de allá para que lo recibieran. Cuando llegó, ayudó mucho a quienes por la gracia habían creído, 28 pues refutaba vigorosamente en público a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús es el Mesías.
Este es el primer caso de un discípulo de Juan el Bautista con el que nosotros nos encontramos, dice el verso 24 que llegó entonces a Éfeso un judío que se llamaba Apolos, probablemente Apolos tenía en este momento una misión como predicador itinerante en medio de las sinagogas, predicador itinerante del mensaje de Juan el Bautista, y dice que era natural de Alejandría, es decir, de Egipto, en el sur.
Alejandría, en Egipto, era donde estaba la colonia judía más importante del mundo conocido de esa época, y de allí salen muchos grandes hombres judíos estudiosos de la palabra de Dios, muchos escribas, muchos hombres entendidos en el mensaje de la ley, crecen, nacen y se desarrollan. La septuaginta (la Biblia de los setenta) que es la famosa biblia que tradujo por primera vez del hebreo al griego (sólo contiene el A.T. obviamente, debido a que aún no se habían escrito la mayoría de libros del N.T. puesto que era esa misma época que se estaba viviendo), pues, esa Biblia se produce también en Alejandría, para que entendamos un poco la importancia de Alejandría y el nivel de preparación que seguramente tenía Apolos. Se nos dice que él era elocuente y poderoso en las escrituras, que hablaba y enseñaba con exactitud, que era un hombre apasionado con el mensaje, hablaba con denuedo y que él era ferviente de espíritu, estas dos frases hablan de un hombre realmente apasionado con la verdad que él estaba enseñando.
Me gustaría hacer un apunte acá. Quiero destacar el hecho de que él era apasionado con el mensaje. Cuando tú y yo hablamos del Señor a otros, ¿lo hacemos apasionadamente? ¿arde nuestro corazón al hablar de Dios? ¿estamos deseosos de hablar de Él? ¿hay algún otro tema con el que mi corazón se apasione cuando hablo? Si esto último es así, quizá sea un indicativo de que de algún modo estoy idolatrizando eso. A mí personalmente me apasionaba hablar de fútbol, de hecho me di cuenta de que hablaba con más pasión de fútbol que de Dios, así que me di cuenta que tenía un problema, estaba idolatrando al fútbol por encima de Dios. Cuando hay pasión en nuestras palabras, es un fiel reflejo de que amo eso de lo que hablo, de que hay pasión en nuestro corazón por aquello de lo cual hablamos. Meditemos en eso.
Apolos sólo tenía un problema, y era que sólo conocía el bautismo de Juan, él estaba predicando el arrepentimiento con la expectativa de la promesa de la llegada del mesías prometido, y ese mesías ya había llegado y ya había muerto y resucitado, y Apolos desconocía esto. Nos dice aquí en Hechos, que Aquila y Priscila lo escuchan y lo cogen aparte y le explican todo con mayor exactitud. Apolos recibe con humildad la palabra, como estuvimos hablando en la clase anterior respecto a los de Berea, esa actitud debemos cultivarla siempre, que no se nos olvide.
Entonces dice el verso 27, que cuando Apolos quiso pasar a Acaya, o sea, que quiso ir a visitar la iglesia en Corinto, Acaya pertenece a la región de Corinto, los hermanos lo animaron y escribieron a los discípulos que lo recibieran y cuando llegó ayudó mucho a los que por la gracia habían creído. En Acaya él ayudó a muchos de los creyentes, él fue recibido por la Iglesia y fue recomendado por la Iglesia ¿y cuál fue su labor? el verso 28 nos dice que el refutaba vigorosamente en público a los judíos demostrando por las escrituras que Jesús era el Cristo, por lo tanto, su conocimiento ahora era completo, su fe había sido realizada, tenemos ahora un creyente comprometido con el Señor y con la iglesia.
Esta es la historia que nosotros encontramos de Apolos, luego justamente la Iglesia de Acaya, es decir, la iglesia de Corinto, vemos en las epístolas de Pablo a los Corintios la enorme influencia de Apolos por toda la referencias que el mismo apóstol Pablo habla acerca de él, yo sembré́, Apolos lo regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios, ustedes son carnales porque intentan decir yo soy de Pablo, yo soy de Apolos, o sea, definitivamente Apolos cumplió́ una labor muy importante dentro de la Iglesia.
Ahora, vamos a dejar a Apolos a un lado y vamos a a mostrar otro caso de discípulos de Juan el Bautista, que aún no conocían que el mesías Jesucristo ya había venido, como le pasaba a Apolos. Leamos Hechos 19:1-7 (NVI): Mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo recorrió las regiones del interior y llegó a Éfeso. Allí encontró a algunos discípulos. 2 —¿Recibieron ustedes el Espíritu Santo cuando creyeron? —les preguntó. —No, ni siquiera hemos oído hablar del Espíritu Santo —respondieron. 3 —Entonces, ¿qué bautismo recibieron? —El bautismo de Juan. 4 Pablo les explicó: -El bautismo de Juan no era más que un bautismo de arrepentimiento. Él le decía al pueblo que creyera en el que venía después de él, es decir, en Jesús. 5 Al oír esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. 6 Cuando Pablo les impuso las manos, el Espíritu Santo vino sobre ellos, y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar. 7 Eran en total unos doce hombres.
Nos dice el pasaje que Pablo les impuso las manos y vino sobre ellos el bautismo del Espíritu Santo y hablaban lenguas y profetizaban, eran un total de 12 hombres, esto nos sorprende porque no había sucedido en otro momento de la historia, simplemente lo que vemos aquí es la llegada del Espíritu Santo sobre personas cuya pregunta es, ¿eran creyentes o no eran creyentes?, hasta que se les predica el Evangelio.
Creían en la llegada del mesías, creían las Escrituras, pero todavía no conocían a Jesús, por tanto podemos decir que no eran convertidos, no eran aún nacidos de nuevo.
Hay gente que ha mal interpretado esta historia creyendo que el Espíritu Santo se recibe después o mucho después de la conversión?, ¡no!, ¿por qué?, porque en realidad nosotros lo que estamos viendo es que a ellos no se les consideró como creyentes y la recepción del Espíritu por lo tanto ocurrió al momento de su conversión.
Ahora sí, después de este paréntesis nosotros entramos de lleno al ministerio de Pablo en Éfeso, que es donde pasó la mayor parte del tiempo en su tercer viaje misionero.

Vayamos a Hechos 19:8-10 (NVI): 8 Pablo entró en la sinagoga (de Éfeso) y habló allí con toda valentía durante tres meses. Discutía acerca del reino de Dios, tratando de convencerlos, 9 pero algunos se negaron obstinadamente a creer, y ante la congregación hablaban mal del Camino (así se le conocían a los cristianos en esa época). Así que Pablo se alejó de ellos y formó un grupo aparte con los discípulos; y a diario debatía en la escuela de Tirano. 10 Esto continuó por espacio de dos años, de modo que todos los judíos y los griegos que vivían en la provincia de Asia llegaron a escuchar la palabra del Señor.
Pablo dedicó tres meses seguidos en la sinagoga cada sábado en donde él habló con denuedo y discutió para hacerlos ver la verdad, resultado, que unos creyeron y otros no. Una vez más se repite la historia. ¿Qué hace Pablo con los nuevos creyentes? Se reúne con ellos a diario en la escuela de Tirano, y así estuvo haciendo por dos años.

Ahora, ¿qué es la Escuela de Tirano?, tenemos pocas referencias a esta escuela, sin embargo, existen ciertos escritos antiguos que hablan de esta escuela y que hablan mucho de las referencias y del trabajo de Pablo en este escuela. La Escuela de Tirano era un centro de discusión y reflexión filosófica del que de acuerdo a la tradición Pablo hacía uso de 11 de la mañana a 4 de la tarde, por lo menos 6 días a la semana. Esa referencia exacta en cuanto al horario está en esos escritos, y es interesante notar, que es de 11 de la mañana a 4 de la tarde, porque al parecer la Escuela de Tirano funcionaba oficialmente muy temprano en la mañana, y luego después de las cuatro de la tarde en adelante, entonces Pablo está usando esta escuela en la hora del descanso, almuerzo y en la hora de la siesta, es decir, en la hora en que la escuela no funcionaba, de 11 de la mañana a 4 de la tarde por lo menos 6 días a la semana. Y se nos dice que él estuvo discutiendo diariamente en la escuela de Tirano, el verso 10, por dos años, ¿entonces, que vemos aquí?, 5 horas de clase por 6 días a la semana dan 30 horas semanales, 120 horas por mes, 1440 horas anuales, durante dos años son 2880 horas de estudio diarias entregadas a un grupo de discípulos.
Ahora, ¿cuál es el resultado de este trabajo?, sin este detalle del tiempo no podríamos saber cómo se llegó a conseguir lo que Lucas afirmó “de manera que todos los que vivían en Asia oyeron la Palabra del Señor, tanto judíos como griegos”, todos los que vivían en Asia, todos, ¿cómo se logró?, con 5 horas diarias de predicación, preparación de discípulos que continuaban esta misma tarea.
Yo creo que esta es una tremenda lección para la Iglesia, que a veces pensamos que podemos recoger frutos sin pagar un precio. Lo cierto es que aunque es el Espíritu Santo el que hace la obra de conversión en los corazones y que Jesús por medio de su Espíritu se encarga de edificar su iglesia, no podremos impactar nuestra generación sin que pongamos todo de nuestra parte, sin que haya un espíritu de sacrificio, de entrega y compromiso, de pagar el precio por la obra de Dios. Sin esfuerzo y sacrificio, no hay recompensa. Pablo tenía esto muy claro y por eso entre otras cosas vio mucho fruto en su ministerio. No solamente dedicó dos años enteros predicando 5 horas diarias, sino que además lo hizo en un horario un tanto incómodo, pero tenía que aprovechar la oportunidad de que en esas horas se le brindaba la Escuela de Tirano para predicar el evangelio. En este caso, no nos dice cuanta conversiones hubo fruto del ministerio, pero si nos dice que todos oyeron la Palabra del Señor, de las conversiones ya se encargaría el Espíritu Santo, pero el trabajo estaba hecho, toda Asia escuchó el evangelio, espectacular.
Después de estos nos dice la Escritura que unos judíos, siete hijos de un tal Esceva, andaban expulsando demonios para sacar ganancia, eran algo así como exorcistas, cosa que existía ya en esa época. Un demonio los descubre y les dice ¿quiénes sois vosotros? «Conozco a Jesús, y sé quién es Pablo, pero ustedes ¿quiénes son?» Y abalanzándose sobre ellos, el hombre que tenía el espíritu maligno los dominó a todos. Los maltrató con tanta violencia que huyeron de la casa desnudos y heridos. Cuando se enteraron los judíos y los griegos que vivían en Éfeso, el temor se apoderó de todos ellos, y el nombre del Señor Jesús era glorificado. Muchos de los que habían creído llegaban ahora y confesaban públicamente sus prácticas malvadas. Un buen número de los que practicaban la hechicería juntaron sus libros en un montón y los quemaron delante de todos. Cuando calcularon el precio de aquellos libros, resultó un total de cincuenta mil monedas de plata. Así la palabra del Señor crecía y se difundía con poder arrollador.
¿Qué estaba pasando aquí? Todo el imperio romano practicaba el ocultismo, la superstición, la hechicería y la magia. Éfeso era una ciudad altamente influenciada por estas prácticas, era algo muy habitual en sus ciudadanos, desde pequeñitos ellos venían realizando estas cosas. ¿Entonces qué sucede?, muchos de los que habían creído, es decir, de los cristianos, todavía no se habían desprendido del todo de estas prácticas… así que este acontecimiento de los hijos de Esceva sirvió para traer santificación a la iglesia de Éfeso, para que abandonaran esas prácticas abominables a Dios.
Alguno se estará tirando de los pelos ahora mismo, diciendo ¿cómo puede ser que estos cristianos hicieran eso? Recordemos dos cosas, primero que eran cristianos casi recién nacidos, llevaban muy poco tiempo en el Señor. Y segundo, recordemos que aunque somos llamados santos desde el mismo momento de nuestra conversión, porque ante Dios la sangre de Cristo nos justifica y nos hace santos, a pesar de eso, estamos en un proceso de santificación, en donde el Espíritu Santo está haciendo una obra de transformación progresiva en nuestras vidas para que abandonemos toda práctica y obra de las tinieblas, obras que veníamos haciendo antes de ser nuevas criaturas en Cristo Jesús. No es que uno se convierte y de repente deja todo, poco a poco ese nuevo creyente va adquiriendo discernimiento de lo que a Dios le agrada y lo que no y va abandonando con la ayuda del Espíritu esas prácticas. Esto nos debe recordar a los cristianos maduros, que tengamos paciencia con los que recién comienzan, puesto que la santificación es un proceso progresivo, no esperemos que de la noche a la mañana la persona cambie por completo, así como tampoco ocurrió con nosotros, de hecho, aún lidiamos con algunas cosas en nuestras vidas a pesar de que sabemos que esas cosas no le agradan a Dios.
Vayamos a Hechos 19:21-22
21 Tiempo después Pablo se vio obligado por el Espíritu a pasar por Macedonia y Acaya antes de ir a Jerusalén. «Y, después de eso —dijo—, ¡tengo que ir a Roma!». 22 Envió a sus dos asistentes, Timoteo y Erasto, a que se adelantaran a Macedonia mientras que él se quedó un poco más de tiempo en la provincia de Asia.
Pablo sintió de parte de Dios que su tiempo en Éfeso estaba por concluir y que tenía que recorrer Macedonia, es decir, la iglesia de Filipos, Tesalónica, Berea… y también pasar por Acaya, es decir, la iglesia de Corinto, antes de regresar a Jerusalén. Envió, por tanto, a Timoteo y a Erasto para que fueran preparando en Macedonia su visita mientras que él concluía su trabajo en Éfeso. Y en esta corta estancia de Pablo, en su etapa final en Éfeso nos narra Hechos que ocurre lo siguiente:
Hechos 19:23-34
23 Por ese tiempo, se generó un grave problema en Éfeso con respecto al Camino. 24 Comenzó con Demetrio, un platero que tenía un importante negocio de fabricación de templos de plata en miniatura de la diosa griega Artemisa. Él les daba trabajo a muchos artesanos. 25 Los reunió a todos, junto con otros que trabajaban en oficios similares y les dirigió las siguientes palabras: «Caballeros, ustedes saben que nuestra riqueza proviene de este negocio. 26 Pero, como han visto y oído, este tal Pablo ha convencido a mucha gente al decirles que los dioses hechos a mano no son realmente dioses; y no solo lo ha hecho en Éfeso, ¡sino por toda la provincia! 27 Por supuesto que no solo hablo de la pérdida del respeto público para nuestro negocio. También me preocupa que el templo de la gran diosa Artemisa pierda su influencia y que a Artemisa —esta magnífica diosa adorada en toda la provincia de Asia y en todo el mundo— ¡se le despoje de su gran prestigio!». 28 Al oír esto, montaron en cólera y comenzaron a gritar: «¡Grande es Artemisa de los efesios!». 29 Pronto toda la ciudad se llenó de confusión. Todos corrieron al anfiteatro, arrastrando a Gayo y Aristarco, los compañeros de viaje de Pablo, que eran macedonios. 30 Pablo también quiso entrar, pero los creyentes no lo dejaron. 31 Algunos de los funcionarios de la provincia, amigos de Pablo, también le enviaron un mensaje para suplicarle que no arriesgara su vida por entrar en el anfiteatro. 32 Adentro era un griterío; algunos gritaban una cosa, y otros otra. Todo era confusión. De hecho, la mayoría ni siquiera sabía por qué estaba allí. 33 Los judíos de la multitud empujaron a Alejandro hacia adelante y le dijeron que explicara la situación. Él hizo señas para pedir silencio e intentó hablar; 34 pero cuando la multitud se dio cuenta de que era judío, empezaron a gritar de nuevo y siguieron sin parar como por dos horas: «¡Grande es Artemisa de los efesios! ¡Grande es Artemisa de los efesios!».


El templo de Diana de los Efesios se construyó en 120 años, era una de las grandes maravillas griegas y del Imperio Romano, el culto a Diana de los Efesios había existido, 500 años antes de que Pablo llegara a Éfeso. Me sorprende que hasta por dos horas estuvieron gritando ¡Grande es Artemisa (o Diana) de los efesios! Me pregunto si nosotros defenderíamos el nombre de Cristo de la misma manera.
Luego en los versículos posteriores nos dice que el alcalde consiguió hacer callar a la multitud y que al final todo quedó en nada y se dispersaron. Este disturbio fue el detonante para que Pablo entendiera de que era el momento de marcharse de allí, no por temor, sino porque su trabajo ya había concluido.
Dice Hechos 20:1-2
Cuando se acabó el alboroto, Pablo mandó llamar a los creyentes y los alentó. Después se despidió y viajó a Macedonia. 2 Mientras estuvo allí, animó a los creyentes en cada pueblo que atravesó.
Y esto fue lo que hizo en cada ciudad por la que pasó de regreso a Jerusalén.
Hay una última cosa que quiero ver antes de terminar la clase de hoy, en donde Pablo de regreso se reúne con los ancianos de Éfeso y les dice lo siguiente, que para mí es una de esas partes sublimes de la Escritura, uno de esos textos para leerlos y releerlos y meditar en ellos:
Hechos 20:19-32
Pablo declaró: «Ustedes saben que desde el día que pisé la provincia de Asia hasta ahora, 19 he hecho el trabajo del Señor con humildad y con muchas lágrimas. He soportado las pruebas que me vinieron como consecuencia de las conspiraciones de los judíos. 20 Nunca me eché para atrás a la hora de decirles lo que necesitaban oír, ya fuera en público o en sus casas. 21 He tenido un solo mensaje para los judíos y los griegos por igual: la necesidad de arrepentirse del pecado, de volver a Dios y de tener fe en nuestro Señor Jesús. 22 »Ahora estoy obligado por el Espíritu a ir a Jerusalén. No sé lo que me espera allí, 23 solo que el Espíritu Santo me dice que en ciudad tras ciudad, me esperan cárcel y sufrimiento; 24 pero mi vida no vale nada para mí a menos que la use para terminar la tarea que me asignó el Señor Jesús, la tarea de contarles a otros la Buena Noticia acerca de la maravillosa gracia de Dios. 25 »Y ahora sé que ninguno de ustedes, a quienes les he predicado del reino, volverá a verme. 26 Declaro hoy que he sido fiel. Si alguien sufre la muerte eterna, no será mi culpa, 27 porque no me eché para atrás a la hora de declarar todo lo que Dios quiere que ustedes sepan.
Versos 31 al 32 y 36 al 37:
31 Recuerden los tres años que pasé con ustedes —de día y de noche mi constante atención y cuidado— así como mis muchas lágrimas por cada uno de ustedes. 32 »Y ahora los encomiendo a Dios y al mensaje de su gracia, que tiene poder para edificarlos y darles una herencia junto con todos los que él ha consagrado para sí mismo. 36 Cuando Pablo terminó de hablar, se arrodilló y oró con ellos. 37 Todos lloraban mientras lo abrazaban y le daban besos de despedida.
Pablo dice: yo he trabajado intensamente e íntegramente. Él se reconoce como esclavo del Señor y él les comunica que va a Jerusalén por voluntad de Dios, a pesar de que él sabía en su espíritu de que le esperaban prisión y aflicciones, de ninguna manera estimó su vida como valiosa para sí mismo porque Él solamente tenía en mente terminar su carrera, su llamado de predicar el evangelio y que su conciencia estaba tranquila porque así había hecho con ellos, hizo todo cuanto Dios le dijo que tenía que hacer sin peros y sin excusas. Trabajo concluido.
En el capítulo 21 dice que otros hermanos en la fe, en la ciudad de Tiro, le habían dicho que no fuera a Jerusalén porque allí le esperaban cadenas, pero Pablo ya lo sabía y estaba dispuesto a sufrir por Cristo con tal de hacer su voluntad. El apóstol Pablo era consciente de esta realidad y él dice qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón, listo estoy, no sólo a ser atado sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. Y con esto quiero concluir hoy. Hermanos, no nos olvidemos que estamos aquí en esta tierra con una misión, somos propiedad de Cristo, esclavos de Él, no nos pertenecemos, no dejemos que pasen los días y los años sin hacer aquello a lo que Dios nos ha llamado, predicar el evangelio y edificar la iglesia en donde Dios nos ha puesto.
Vive para ello, sacrifícate por ello, muere por ello.
Que Dios os bendiga, os amo en Cristo.