Lección 11 El segundo viaje misionero de Pablo | Hechos
Actualizado: 7 abr 2020

En la clase anterior dimos las primeras pinceladas del segundo viaje misionero del apóstol Pablo, hoy vamos a continuar con ese viaje que nos narra el libro de Hechos desde el capítulo 15:36 al 18:23.
Si miramos a la línea de tiempo, nos encontramos en el año 50 d.C. inmediatamente después del Concilio de Jerusalén y dos años después de su primer viaje misionero.

Quiero que recordemos rápidamente lo que estuvimos hablando al final de la clase anterior:
¿Cómo comienza el viaje?
Pablo y Silas empiezan a recorrer las ciudades de la región de Galacia en donde Pablo anteriormente en su primer viaje misionero había establecidos nuevas iglesias, con el objetivo de llevarles la carta apostólica del Concilio de Jerusalén y de visitar y edificar a las iglesias.
Después de recorrer estas iglesias por un breve tiempo, Pablo y Silas se plantean el ir a la zona de Asia continuando la ruta en la misma dirección, es decir, ellos estaban tomando una decisión razonable, allí había grandes ciudades y mucha población a la que predicarle el evangelio, era un plan inteligente, visto desde el punto de vista humano… pero Dios actúa de maneras misteriosas. De repente el Espíritu Santo les prohíbe ir a Asia, entonces ellos deciden ir hacia el Norte, a la Provincia de Bitinia, pero de nuevo el Espíritu Santo se lo impide, ¿qué hicieron entonces? Atraviesan por encima de Asia en dirección al puerto de Troas y estando allí el Señor le revela en una visión a Pablo que tienen que pasar hacia Macedonia. Ellos ni se imaginaban cuando empezaron este viaje de que iban a acabar en Macedonia.
¿Qué podemos aprender de ésta a situación?

En primer lugar, que el plan de Dios está en el corazón de Dios y no en las oportunidades que humanamente vemos. Nosotros juzgamos y razonamos en base a nuestro conocimiento y pensamiento de qué es lo mejor, pero Dios ya tiene un plan y nuestro deber no es aconsejar a Dios o hacer de Dios, sino obedecer a Dios. Para esto se requiere humildad y reconocer que es su obra y no la nuestra, que somos suyos y que le pertenecemos, que lo mejor para nuestras vidas no está en nuestra inteligencia, razonamiento o conocimiento; se requiere reconocer que no sabemos nada y que Dios es el que sabe todas las cosas.
Esto es muy importante porque a veces tomamos decisiones basadas en “oportunidades únicas” que parecen irrechazables, a nivel personal y familiar, trabajo, pareja, estudios, comprar o alquilar una casa, etc. Pero ¿qué dice Dios de todo eso? Lo que humanamente creemos que es bueno, quizá para Dios no lo es, y ahí necesitamos discernimiento, la guía y sabiduría de Dios.
Dicho esto, vamos a comenzar leyendo en el capítulo 16:1-5

Este viaje comienza siendo un viaje pastoral para edificación de las iglesias que ya habían sido fundadas en el primer viaje misionero, pero posteriormente este viaje como acabamos de ver gira por completo en su propósito y se convierte en un viaje misionero para establecer nuevas iglesias conforme el Espíritu los fue guiando.

En estos 5 primeros versículos vemos que nada más comenzar el viaje, se une a ellos un nuevo y joven acompañante, Timoteo, en Listra, una de las primeras ciudades que visitan durante el viaje, por tanto, el equipo ahora lo forman tres integrantes, Pablo, Silas y el joven Timoteo.

¿Quién era Timoteo?

Timoteo llegó a ser como un hijo para Pablo, fue uno de sus colaboradores más cercanos. Cuando uno lee Filipenses 2:19-22 se da cuenta del cariño y estima que Pablo tenía de su joven amigo y colaborador Timoteo.
19 Si el Señor Jesús quiere, espero enviarles pronto a Timoteo para que los visite. Así él puede animarme al traerme noticias de cómo están. 20 No cuento con nadie como Timoteo, quien se preocupa genuinamente por el bienestar de ustedes. 21 Todos los demás solo se ocupan de sí mismos y no de lo que es importante para Jesucristo, 22 pero ustedes saben cómo Timoteo ha dado muestras de lo que es. Como un hijo con su padre, él ha servido a mi lado en la predicación de la Buena Noticia.
Ninguno de los compañeros de Pablo es mencionado tan a menudo, y está con él tanto como Timoteo.
Su carácter era una mezcla de amabilidad y fidelidad, pero era tímido por naturaleza como vemos en 1ª Corintios 16:10-11: 10 Si llega Timoteo, ved que esté con vosotros sin temor, pues él hace la obra del Señor como también yo. 11 Por tanto, nadie lo desprecie.
Y en 2ª Timoteo 1:7 donde Pablo le recuerda a Timoteo que no debe tener temor de nada ni de nadie debido a su naturaleza tímida. 7 Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
Además, conocemos que Timoteo estaba frecuentemente enfermo como nos dice 1ª Timoteo 5:23: 23 Ya no bebas agua sola, sino usa un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades.
Pero a pesar de su juventud y su timidez natural, y de sus frecuentes enfermedades, él estaba dispuesto a dejar su hogar y comodidad por servir a Jesucristo, acompañando fielmente al Apóstol Pablo en sus peligrosos viajes misioneros. Timoteo llegó a pastorear en la iglesia de Éfeso como podemos observar en la primera epístola a Timoteo. Pablo, justo antes de su último encarcelamiento y muerte, le escribe las dos epístolas que tenemos en el NT, que son conocidas como epístolas pastorales, porque están escritas a un joven pastor para darle consejos para el ministerio, 1ª y 2ª de Timoteo.
Esto debe servirnos como ejemplo, aunque veamos en nosotros incapacidades, Dios honra nuestro compromiso, nuestro deseo de servirle y nuestra fidelidad, y obra de manera que nuestras incapacidades no sean un estorbo para cumplir la obra de Dios. Posiblemente para Timoteo no fue fácil lidiar con su timidez y tampoco con sus frecuentes enfermedades, pero a pesar de todo siguió peleando la buena batalla y fortaleciéndose en el Señor para llevar a cabo su misión y acabar muriendo por Cristo.
Dejamos a un lado ahora a Timoteo y vamos a comenzar por tanto a ver el desarrollo de ese segundo viaje misionero en Hechos 16, y viendo lo que el Señor nos ministra con todo lo que aconteció en ese increíble viaje lleno de retos, de oposición, pero también de mucho fruto espiritual, con la mano soberana de Dios guiándolos y fortaleciéndolos en todo momento.
El equipo misionero va dirección a Macedonia:
Hechos 16:10
10 Entonces decidimos salir de inmediato hacia Macedonia, después de haber llegado a la conclusión de que Dios nos llamaba a predicar la Buena Noticia allí.
En este versículo 10, Lucas, el escritor del libro de Hechos, empieza a hablar en plural, cosa que no había hecho hasta este momento, es como que él ahora empieza a formar parte de la película. Según los eruditos, Lucas se añadió al equipo misionero en el puerto de Troas, y luego se va a despedir de ese equipo un poquito más adelante en el versículo 40, luego hablaremos de esto.

El equipo ahora está formado por 4 integrantes: Pablo, Silas, Timoteo y Lucas. Un equipo formado por personas de diferentes lugares, nacionalidades, profesiones y personalidades, pero un equipo que a pesar de sus diferencias supo trabajar unido para la misión de llevar el evangelio por todo el imperio romano. Esto debe ser un testimonio de que debemos dejar a un lado todas nuestras diferencias por la causa de Cristo. El amor debe unirnos haciendo insignificante toda diferencia entre nosotros para cuidarnos unos de otros y luchar unidos para levantar la bandera de Cristo en este mundo. Es triste que a día de hoy muchas veces la iglesia del Señor se caracterice por las diferencias y disputas que hay entre nosotros, así no llegaremos a ninguna parte.
Desde el puerto de Troas zarpan hacia Macedonia, pasan por un par de ciudades hasta que llegan a Filipos.
Allí conocen a una mujer llamada Lidia, la cual era posiblemente viuda o divorciada, y era una comerciante de colorante púrpura para telas, el cual era un colorante muy costoso usado por los ricos, ella posiblemente tenía su propia fábrica y disfrutaba de una buena posición económica con una buena casa y por eso hospedó al equipo misionero después de su conversión. En la casa de Lidia nació por tanto la iglesia de Filipos, el equipo misionero predicó el evangelio por un tiempo (no sabemos cuánto) y personas se convirtieron y allí empezaron a congregarse.
Un tiempo después ocurre lo siguiente:
Hechos 16:16-24
16 Cierto día, cuando íbamos al lugar de oración, nos encontramos con una joven esclava que tenía un espíritu que le permitía adivinar el futuro. Por medio de la adivinación, ganaba mucho dinero para sus amos. 17 Ella seguía a Pablo y también al resto de nosotros, gritando: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo y han venido para decirles cómo ser salvos». 18 Esto mismo sucedió día tras día hasta que Pablo se exasperó de tal manera que se dio la vuelta y le dijo al demonio que estaba dentro de la joven: «Te ordeno, en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella». Y al instante el demonio la dejó. 19 Las esperanzas de sus amos de hacerse ricos ahora quedaron destruidas, así que agarraron a Pablo y a Silas y los arrastraron hasta la plaza del mercado ante las autoridades. 20 «¡Toda la ciudad está alborotada a causa de estos judíos! —les gritaron a los funcionarios de la ciudad—. 21 Enseñan costumbres que nosotros, los romanos, no podemos practicar porque son ilegales». 22 Enseguida se formó una turba contra Pablo y Silas, y los funcionarios de la ciudad ordenaron que les quitaran la ropa y los golpearan con varas de madera. 23 Los golpearon severamente y después los metieron en la cárcel. Le ordenaron al carcelero que se asegurara de que no escaparan. 24 Así que el carcelero los puso en el calabozo de más adentro y les sujetó los pies en el cepo.
Le dieron una soberana paliza, los desnudaron públicamente y le pegaron con varas de madera, luego los encarcelaron y los metieron en la celda más oscura con cepos en sus pies para que ni siquiera pudieran moverse.
De repente pasaron de estar muy bien tratados y hospedados en casa de una rica comerciante, donde seguramente Lidia les brindó todo lo que tenía de forma excelente, a de repente recibir una paliza de muerte y estar en una de las peores cárceles de la época que precisamente no tienen nada que ver con las cárceles de ahora. A mí personalmente esto me recuerda algo, y es que de la noche a la mañana todo puede cambiar y debemos estar preparados porque en la vida cristiana estamos bajo aviso de que seremos perseguidos por Cristo.
Curiosamente hay algo acá que pasa desapercibido, ni Pablo ni Silas dicen que son ciudadanos romanos, y lo eran, y el haberlo mencionado les hubiera librado de ser azotados y metidos en la cárcel sin juicio previo, ¿por qué no lo hicieron? Personalmente pienso y creo que Pablo y Silas entendieron en el Espíritu que no debían decir nada, que tenían que pasar ese sufrimiento porque Dios tenía algo que hacer en esa cárcel. Y así fue. Me recuerda a la oración de Jesús en el Getsemaní, cuando sudaba gotas de sangre y le dijo al Padre, si quieres pasa de mí esta copa (esta copa de sufrimiento), pero no se haga mi voluntad sino la tuya.
Qué gran lección nos dio Cristo aquel día en el Huerto de Getsemaní, marcando la pauta a seguir ante el sufrimiento de seguirle y servirle. No debemos de buscar la vía de escape al sufrimiento, no debemos buscar vivir vidas cómodas, debemos buscar hacer su voluntad en todo momento cueste lo que cueste, ser dirigidos por Él, porque no sabemos cuáles son sus planes y propósitos con todo aquello que enfrentamos y vivimos. Gozaremos de momentos de paz y tranquilidad, pero también viviremos momentos difíciles por amor a Cristo. En esta ocasión Pablo y Silas decidieron callar y no decir que tenían ciudadanía romana y recibir tal paliza e injusticia. Luego estando en la cárcel Pablo y Silas no se quejaron ni se aferraron a su ciudadanía para que los sacaran de allí, sino que empezaron a alabar a Dios con todas sus fuerzas. Esto es tremendo.
Y en medio de toda esta alabanza cuenta la historia, que “se produjo un gran terremoto (dice el verso 26) de tal manera que los cimientos de la cárcel fueron sacudidos, al instante se abrieron todas las puertas y las cadenas de todos se soltaron”. Nosotros conocemos la historia, el carcelero al sentir este terremoto, el sentir este quebrantamiento de las estructuras, él entra, ve las puertas abiertas, él imagina que todos los presos han huido, su vida ya no valía nada, por lo tanto, él decide tomar su vida en sus manos, o sea suicidarse. Sin embargo, Pablo clama a gran voz y le dice en el verso 28 “no te hagas ningún mal pues todos estamos aquí”, entonces el carcelero entra y temblando se postra ante Pablo y Silas y después de sacarlos le dice: Señores ¿qué debo hacer para ser salvo? Si estos presos se hubieran escapado él sabía que lo único que le tocaba era la muerte, sin embargo, esta fue una oportunidad para descubrir que había algo más, este hombre había escuchado las alabanzas, había visto lo que había acontecido, sabía qué tipo de personas eran, él vio que nadie había salido de la cárcel, él lo vio esto como una providencia divina y le pregunta a ellos, ¿señores que debo hacer para ser salvo?, ustedes me han demostrado que son salvos, acaban de ser azotados terriblemente, los he puesto en el cepo en la prisión de más adentro y lo único que han sabido hacer es alabar a Dios, ¿qué tienen ustedes que yo no tenga?
Versos 31-34, “ellos respondieron cree en el Señor Jesús y serás salvo tú y toda tu casa”, el verso 32 dice "le hablaron la Palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa y él los tomó en aquella misma hora de la noche y les lavó las heridas, enseguida fue bautizado él y todos los suyos, llevándolos a su hogar les dio de comer y se regocijó grandemente por haber creído en Dios con todos los suyos”. A pesar de todo esto vemos aquí que Pablo no se aprovecha y no busca ser liberado, él permanece en la cárcel.
Leamos del 35 al 40: Al día siguiente, el verso 35 dice, “cuando se hizo de día los magistrados superiores enviaron a sus oficiales diciendo sueltas a esos hombres, el carcelero se lo comunica a Pablo diciendo los magistrados han ordenado que salga y ahí Pablo suelta la bomba. En el verso 37, “Más Pablo les dijo, aunque somos ciudadanos romanos nos han azotado públicamente sin hacernos juicios y nos han echado en la cárcel, y ahora nos sueltan en secreto, de ninguna manera, que ellos mismos vengan a sacarnos, así que los oficiales temerosos tuvieron que ir y pedirle a Pablo y a Silas que por favor salgan de la cárcel y se vayan de la ciudad”. Imagínate la cara de estos oficiales, aparte del temor de haber obrado injustamente y el castigo que les podía caer encima, este modo de actuar de Pablo y Silas quedaría eternamente grabado en sus corazones, ¿por qué no nos dijeron nada antes y permitieron que los azotáramos y encarceláramos? Se preguntarían los oficiales, posiblemente su respuesta sería, están dispuestos a recibir tal paliza y sufrimiento por causa de ese tal Jesús, ¿realmente merece la pena todo eso por ese tal Jesús? ¿quién es Jesús? ¿por qué tal devoción? Despertarían en ellos un interés ante tremendo testimonio de fidelidad.
Hay un pequeño detalle aquí más que quiero destacar, leamos el verso 40: Entonces, saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los hermanos, los consolaron, y se fueron.
¿Quién consoló a quién? Aunque parezca mentira, fueron Pablo y Silas, los que habían sido apaleados y apresados, los que consolaron al resto de discípulos. Qué calidad de cristianismo tenían estos señores, qué madurez, qué compromiso, qué entrega y qué fidelidad. Que el Señor nos conceda parecernos a ellos.
Después de Filipos, pasaron por dos ciudades más hasta llegar a Tesalónica.
Lucas se quedó en Filipos, posiblemente a cargo del pastoreo de esa iglesia recién nacida.

Cuando llegaron a Tesalónica, como era costumbre de Pablo, fue primero a la sinagoga y allí predicó durante 3 semanas, 3 días de reposo. Hubo gente que se convirtió, pero un grupo de aquellos judíos, llenos de envidia, formaron una turba contra ellos diciendo que eran culpables de traición contra el César porque profesaban lealtad a otro rey, a Jesús. El equipo misionero no tuvo más remedio que salir de Tesalónica, no sin fruto, puesto que un grupo de hombres y mujeres había entregado sus vidas al Señor, y a pesar de la breve visita de Pablo y sus colaboradores, Dios se haría cargo de ellos y de darle crecimiento a esa iglesia naciente. Gloria a Dios porque nunca nos abandona y es el que se encarga de que su iglesia avance.
Después de Tesalónica, el grupo salió en dirección a Berea, donde dice Hechos 17:11-12 que los recibieron con amabilidad y escucharon con entusiasmo el evangelio. Día tras día examinaban las Escrituras para ver si Pablo y Silas enseñaban la verdad, como resultado, muchos judíos creyeron, así como muchos gentiles, formando una nueva iglesia.
De repente, pasado un tiempo, unos judíos de Tesalónica se enteran de que Pablo está en Berea y van a por él, así que los hermanos lo sacan de Berea y se lo llevan a Atenas, quedándose en Berea, Silas y Timoteo, posiblemente para terminar la obra de discipulado en aquella ciudad.
Y aquí en Berea nos quedamos y continuaremos el viaje en la siguiente lección. Espero que haya sido de bendición para vuestras vidas.